Dormir
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La importancia de dormir según tu edad

Dormir es esencial para nuestra salud y bienestar, y su importancia varía según la edad. En la infancia, el sueño fomenta el crecimiento y el desarrollo cognitivo. Los adolescentes requieren descanso para equilibrar los cambios emocionales. En la adultez, un buen sueño mejora la productividad y el estado de ánimo. Finalmente, en la vejez, dormir adecuadamente promueve la memoria y la salud general.

El desarrollo cognitivo a temprana edad se relaciona con el buen descanso

La cantidad de horas de sueño recomendadas no es universal y varía con la edad. 

  1. Bebés (4 meses a 1 año): de 12 a 16 horas, incluyendo siestas.
  2. Niños pequeños (1 a 2 años): de 11 a 14 horas, con siestas incluidas.
  3. Preescolares (3 a 5 años): de 10 a 13 horas, también con siestas.
  4. Niños en edad escolar (6 a 12 años): entre 9 y 12 horas.
  5. Adolescentes (13 a 18 años): entre 8 y 10 horas.
  6. Adultos (18 años o más): entre 7 y 9 horas.
La importancia de dormir a toda edad

Salud cerebral: el sueño le permite al cerebro procesar la información acumulada durante el día, consolidando la memoria y facilitando el aprendizaje. Además, durante las fases profundas del sueño, el cerebro elimina toxinas que se acumulan durante las horas de vigilia, contribuyendo a la salud cognitiva a largo plazo.

Equilibrio emocional: dormir bien mejora además el estado de ánimo y ayuda a regular las emociones. La falta de sueño, por el contrario, puede aumentar la irritabilidad y la ansiedad, afectando la capacidad de manejar el estrés diario.

Rendimiento y productividad: Un buen descanso mejora la atención, la concentración y el tiempo de reacción, lo que es crucial para el rendimiento en el trabajo o los estudios. La falta de sueño, en cambio, disminuye la capacidad de concentración y afecta negativamente la toma de decisiones.

Ayuda a prevenir enfermedades: dormir lo suficiente está asociado con un menor riesgo de desarrollar enfermedades crónicas como la hipertensión, la diabetes, la obesidad y enfermedades cardíacas. El sueño insuficiente, por el contrario, aumenta el riesgo de inflamación y afecta la presión arterial.