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Elvis, Beethoven, Arthur Miller y Kafka también contaban sus vidas a través del arte

¿Alguna vez se ha preguntado qué pasaría por la cabeza de un autor, un artista o un compositor al realizar un determinado trabajo?

Curiosidades 09 de febrero de 2023 Abigail Jareño Gómez
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Elvis, Beethoven, Arthur Miller y Kafka también contaban sus vidas a través del arte

Elvis actuando en directo en el Mississippi-Alabama Fairgrounds en Tupelo, Mississippi, 26 de septiembre de 1956. Wikimedia Commons
Abigail Jareño Gómez, Universidad CEU San Pablo

¿Alguna vez se ha preguntado qué pasaría por la cabeza de un autor, un artista o un compositor al realizar un determinado trabajo? No es el único.

Dentro de la psicología, la psicobiografía está ganando cada vez más valor. Podríamos definirla como el uso eficiente de la teoría psicológica para convertir la vida de un sujeto en una historia coherente e iluminadora. Este método de investigación ha puesto su mirada tradicionalmente en políticos, líderes de movimientos sociales y artistas.

Respecto a los artistas, los psicobiógrafos descubrimos y analizamos el desarrollo, evolución y cambio de su personalidad, la relación entre esto y su obra e incluso el posible volcado de sus conflictos internos en los trabajos artísticos, entre otros muchos datos.

A propósito de esto último, veamos algunos ejemplos.

Arthur Miller, Marilyn Monroe y El crisol

El reconocido psicobiógrafo James W. Anderson, quien a lo largo de su carrera ha estudiado a artistas y psicólogos, publicó varios trabajos sobre la figura de Arthur Miller (1915-2005).

En su artículo The Psychology of Artistic Creativity: With Reference to Arthur Miller and The Crucible compartía que el dramaturgo era muy consciente de la carga personal que había depositado en su trabajo.

Un hombre con gabardina y sombrero mira a cámara mientras fuma en pipa.
Arthur Miller en una fotografía de 1966. Eric Koch / Dutch National Archives

Su famosa obra El crisol o Las brujas de Salem narra una historia que tiene lugar durante los juicios que se celebraron en Salem, Massachusetts, en el siglo XVII a mujeres acusadas de brujería. A través de este argumento, Miller estaba depositando sus temores y vivencias durante el macarthismo, la persecución llevada a cabo por el senador Joseph McCarthy durante los años 50 en Estados Unidos en la que indiscriminadamente se juzgó, arrestó y rechazó públicamente a personas sospechosas de ser comunistas.

Pero no solo eso, sino que parecen existir paralelismos entre los temas sentimentales del protagonista de esta historia con los suyos propios. John Proctor, el protagonista de Las brujas de Salem, se siente culpable por haberse acostado con Abigail, su joven sirvienta. Abigail, obsesionada con Proctor, acusa a su mujer de ser bruja para tener el “camino libre”. Además del contexto de la narración, Miller declaró que el alma de la obra era la culpabilidad que John sentía por haberle sido infiel a su mujer.

Por aquel entonces, Miller, que estaba casado, ya había conocido a Marilyn Monroe y estaba fascinado por la actriz. Esto le hacía sentirse como un auténtico traidor hacia su mujer. Aunque trató de olvidarla con todas sus fuerzas, con el tiempo acabó divorciándose de su primera esposa y casándose con Monroe.

Kafka era también hijo

Cuenta el prolífico psicobiógrafo Todd Schultz, en su artículo Behind the masks, que al leer la novela corta de Kafka La Condena –en la cual un padre discute fuertemente con su hijo, lo sentencia a morir ahogado, y el hijo se lanza al río a cumplir ese deseo– es lógico pensar que en la vida real del escritor habría algún tipo de conflicto de ese estilo.

Pues bien, en su Carta al padre, publicada unos años después, Kafka le reprocha precisamente a su progenitor el trato emocionalmente abusivo que tiene hacia él, entre otras cosas. En esa misiva, el propio autor se compara a sí mismo con las alimañas, lo que deja patente cómo le hacía sentir su padre.

Esto conecta a su vez con su gran obra La metamorfosis, en la que el protagonista sufre una repentina transformación en insecto, lo que le provoca serias dificultades para comunicarse con su entorno.

La soledad de Elvis

Elvis Presley fue principalmente un intérprete de las composiciones musicales de otros. Aunque él no escribía las canciones que grababa, a veces adaptaba las existentes para sus propios fines y modificaba palabras, frases y líneas enteras de algunas letras.

En el capítulo “Twelve Ways to Say "Lonesome”: Assessing Error and Control in the Music of Elvis Presley“ de Handbook of Psychobiography, Alan Elms & Bruce Heller realizan un análisis de la interpretación de la canción ”Are you lonesome tonight?“.

Coronel Tom Parker, su mánager, le sugirió este tema al cantante, principalmente porque era una de las favoritas de su esposa Marie, y él aceptó incorporarlo a su repertorio.

Pero lo interesante viene a continuación: Elvis tendía a "destrozar” esta canción durante las actuaciones, ya fuese deliberadamente o no. Lo hacia habitualmente con errores en la letra o con risas de por medio. En su última versión en directo estuvo a punto de derrumbarse por completo. Logró llegar al final de la canción con muchas dificultades.

Elvis interpreta ‘Are you lonesome tonight?’ en el ‘68 Comeback Special, la quinta actuación analizada por Elms and Heller en su estudio.

Lo que Elms y Heller descubrieron al analizar las diferentes interpretaciones en vivo de “Are you lonesome tonight?” es que en las partes de la canción en las que la letra connotaba pérdida de control y vulnerabilidad, los errores de interpretación eran muchos. Pero cuando el mensaje implicaba control y poder, los errores disminuían notablemente.

En otras palabras, las equivocaciones que cometió Elvis parecían tener una explicación psicológica detrás. Elvis se estaba protegiendo. El cantante temió mucho la soledad a lo largo de su vida, y esto le provocaba dificultades al cantar este tema que tanto gustaba a su público.

Beethoven y la muerte

En mi investigación psicobiográfica sobre la figura de Ludwig van Beethoven (1770-1827) costó mucho encontrar una transferencia evidente de su historia, en particular de sus vivencias emocionales y conflictos más internos, a su obra. ¿Se trataba de una disociación o sencillamente una capacidad sana para separar lo profesional de lo personal?

También es cierto que eran otros tiempos. El periodo romántico apenas estaba iniciándose y no era habitual aún volcar de forma explícita las emociones en las obras musicales. No obstante, alguna que otra composición ejemplifica su sentir.

Beethoven padeció un sinfín de enfermedades, unas más graves que otras. Con actitud estoica salió de todas ellas, pero hubo una ocasión en la que creyó que pronto dejaría de ver la luz del sol. Sintió el miedo del artista que sabía que aún le quedaba mucho por ofrecer al mundo y que no podía marcharse.

Cuando logró recuperarse compuso uno de los movimientos más bellos de toda su obra; el tercer movimiento de su cuarteto de cuerda número 15 en La menor, que llamó Heiliger Dankgesang eines Genesenen an der Gottheit, in der Lydischen Tonart – se puede traducir como “Canto de acción de gracias de un convaleciente a la divinidad compuesto en modo lidio”–.

El Danish String Quartet interpreta el tercer movimiento del Cuarteto nº 15 de Beethoven en la menor, op. 132, (Molto adagio).

Creadores, investigadores y psicobiógrafos hablamos desde la experiencia en nuestros distintos campos de la casi imposible separación que se puede hacer entre lo que uno es, sufre, anhela y lo que queda en las obras artísticas. Sin embargo, no siempre el reflejo es tan directo o claro, sino a veces más simbólico o metafórico. Y desde luego, no todos los artistas son conscientes de que lo hacen. Algunos hablan de las musas, como si la obra artística les llegara de algún remoto lugar totalmente ajeno a ellos…

Curioso.The Conversation

Abigail Jareño Gómez, Profesor de Psicología, Universidad CEU San Pablo

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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