Un informe a clientes de Morgan Stanley vuelve a poner el foco en los ejes críticos: tipo de cambio y reservas. El banco sostiene que, más allá del resultado electoral, la Argentina necesitará una moneda más débil para corregir el déficit externo y recomponer divisas. En clave local, el mensaje es claro: las próximas semanas se medirán por la capacidad del BCRA para sostener la macro sin atrasar el tipo de cambio.
Morgan Stanley plantea que sin un tipo de cambio real más alto no habrá acumulación de reservas ni orden externo. Por eso, anticipa la necesidad de recalibrar el régimen cambiario tras las elecciones y admite que, incluso con apoyo de Estados Unidos, el esquema actual luce insuficiente para sumar divisas sin ajustes.
El banco descarta una dolarización en el corto plazo y ordena el tablero con tres escenarios que vinculan resultado electoral y nivel del tipo de cambio hacia diciembre:
1) LLA 35–40% (gana): se habilitaría una flotación más plena y el dólar se ubicaría cerca de $1.700.
2) LLA 30–35% (pierde por poco): mayor incertidumbre y dólar entre $1.800 y $2.000.
3) LLA 25–30% (pierde por >10 puntos): “ajuste desordenado” y dólar por encima de $2.000.
Los tres casos comparten un supuesto clave: el peso debería depreciarse para equilibrar la cuenta corriente y permitir compras de divisas.
El ángulo argentino (y por qué importa más que la cifra)
1 – Reservas vs. precios internos. Un tipo de cambio más alto ayuda a recomponer reservas, pero pega en inflación. El informe admite una desinflación lenta incluso en el escenario “ordenado“, con crecimiento que recién asomaría en 2026. En otras palabras, la macro cierra en el Excel si la política sostiene el timón, aun pagando costo social en el corto plazo.
2 – Régimen cambiario: banda o flotación. MS sugiere que la banda, tal como está, no garantiza acumular reservas; flotar (aunque sea administrado) luce más consistente si el oficialismo se fortalece. Si no, habrá que subir la banda o aceptar un dólar más caro para compensar el ruido.
3 – La pata política. El diagnóstico financiero es inseparable de la gobernabilidad: sin votos suficientes, las reformas salen “aguadas” y el dólar necesita “hacer el trabajo sucio“. Con más respaldo, el ajuste luce menos traumático.
4 – EE.UU. como sostén, no salvavidas. Aun con apoyo de Washington y operaciones que apuntalan al peso, el banco no ve atajos: hay que generar superávit externo de verdad. El respaldo ayuda a ordenar la transición, pero no reemplaza la corrección de precios relativos.
Qué significa para la calle (exportadores, salarios, tarifas)
- Exportadores: un dólar más alto mejora incentivos para liquidar, especialmente con menor “colchón” de granos. Pero la lectura de MS es que el impulso será gradual y condicionado al clima y rindes.
- Salarios e inflación: aun en el caso “benigno” (1.700), la inflación no baja rápido; en los peores escenarios, el pass-through presiona y la política de ingresos vuelve decisiva para evitar licuación masiva.
- Tarifas y costos: una depreciación adicional reabre el debate sobre atraso tarifario y subsidios. Sin corrección fina, el esfuerzo cambiario se come por tarifas o se traslada a precios.
- Crédito e inversión: con más ruido político (escenarios 2 y 3), IED y financiamiento se vuelven selectivos (energía, minería), con efectos limitados en el resto de la economía.
Lo que no te dicen las cifras (pero define el partido)
- Ancla fiscal creíble: sin superávit primario sostenible, el tipo de cambio pide más para cerrar la cuenta.
- Secuencia y timing: primero anclar expectativas y comprar reservas; después, discutir reglas (banda vs. flotación) y reformas. Cambiar el orden sale caro.
- Coordinación política: el dólar que “cierra” en $1.700 o $1.900 no es sólo economía: es Congreso. Morgan lo dice entre líneas: menos apoyo, más depreciación.
En síntesis
Morgan Stanley no “predice” un número mágico: pone un precio a la gobernabilidad. Con más respaldo electoral, la flotación y un dólar en torno a $1.700 serían la autopista menos bacheada para reconstruir reservas. Con menos apoyo, el mercado pedirá más tipo de cambio para creer que la Argentina aprendió la lección básica: sin dólares propios, no hay estabilidad duradera.