A mediados de la semana en una llamada de teléfono le dije a Flor: “Lo hago porque es el último esfuerzo”. Me escuchó con esa mezcla de compasión y escepticismo que solo los mejores amigos te regalan. Y no la culpo. La frase “el último esfuerzo” tiene algo de épica barata, como si fuéramos guerreros enfrentando la última batalla de una guerra que nosotros mismos empezamos (y muchas veces no sabemos frenar). Pero, ¿no es así como nos sentimos en diciembre? En ese punto del año donde todo parece apretar al mismo tiempo y la esperanza de un poquito chiquito de descanso flota como un espejismo.

El último esfuerzo es una promesa silenciosa que nos hacemos. Es ese pacto que implica sacrificar un poco más de energía, de tiempo, de salud, con la ilusión de que después viene el alivio. Pero también es una trampa. Porque cuando llegamos a ese “después”, ya estamos pensando en lo que viene, en lo que quedó pendiente, en lo que no alcanzamos a hacer. Es como intentar llenar una jarra de agua rajada o rota: no importa cuánto esfuerzo pongas, siempre parece que falta algo.

Este concepto del último esfuerzo es, en cierto modo, muy humano. Nos gusta pensar que todo tiene un cierre, un final digno, una línea de llegada. Pero la verdad es que la vida no funciona así. La vida es un flujo continuo, un caos que no espera a que respires para lanzarte el próximo desafío. Y ahí estamos, inventando pequeños rituales como el último esfuerzo para darle sentido a algo que, en el fondo, no lo tiene del todo.

Diciembre es un estado mental absoluto. Es ese momento del año donde el cansancio acumulado empieza a pesar más que las ganas, pero donde también encontramos una fuerza extra que ni siquiera sabíamos que teníamos. Es como correr una maratón sin saber dónde está la meta. Y, sin embargo, seguimos ahí corriendo, metiéndole.

A veces pienso que el último esfuerzo no es tanto una tarea, sino una idea. Es el deseo de que todo este caos tenga un propósito, de que al final podamos mirar atrás y decir: “che esto valió la pena”. Es lo que nos mantiene avanzando cuando todo lo demás parece detenerse. Pero también creo que tiene un costo. Porque cada esfuerzo extra nos drena un poquito más, nos saca un poco de esa energía que tal vez deberíamos estar usando para algo más importante: descansar, conectar… vivir.

Hace unos años, yo era un evangelizador total del Calendar. Si no estaba en mi Calendar, no existía. Cada espacio vacío en la agenda era una oportunidad perdida, un hueco que debía llenarse con algo productivo. Hoy pienso diferente. Los espacios vacíos no son fracasos, son refugios. Son los momentos donde encontramos claridad, donde respiramos, donde dejamos de ser máquinas para acordarnos que somos humanos.

El último esfuerzo debería venir con un pie de página: “No intentes hacerlo todo. No necesitas terminar cada proyecto, resolver cada problema, cumplir cada promesa”. Porque la verdad es que no se trata de hacer más, sino de hacer lo que importa. Y a veces, lo que importa es simplemente frenar.

Hay una belleza extraña en este caos. Como cuando estás caminando bajo una lluvia inesperada y, en lugar de correr, te detenés y la dejás caer. Diciembre es esa lluvia. Es incómoda, es pesada. De todo lo que llevamos, de todo lo que somos capaces de hacer, y de todo lo que necesitamos soltar para empezar de nuevo.

¿Qué pasaría si miráramos este último esfuerzo no como un deber, sino como un acto de liberación? ¿Y si, en lugar de correr hasta el último minuto, decidimos simplemente sentarnos, mirar el cielo y dejar que las cosas sean? Tal vez, solo tal vez, ahí es donde encontramos el verdadero cierre.


lo que dejó esta semana

El lunes cené con Lore y Tomi, dos grandes amigos que siempre tienen las palabras justas y las preguntas más desafiantes. Esos momentos, aunque breves, me hacen acordar que las conexiones reales son lo que da sentido a todo este embrollo de tareas y compromisos.

El martes fue la última vez que estuve en el piso de Tengo Capturas, cerrando este primer ciclo con una columna sobre todo lo que nos dejó la tecnología en 2024. Desde avances que nos sorprendieron, hasta rarezas que nos hicieron reír, fue un recorrido que, más que nada, me dejó agradecido. Más de 16 semanas pasando por este espacio me enseñaron que el debate, la risa y la curiosidad siempre encuentran su lugar. Dejo una foto con los chicos como testimonio de esta etapa que, muy probablemente, tendrá un nuevo capítulo en 2025.

Joan Cwaik

Marketing Mgr. en Maytronics LATAM | Profesor en UdeSA